La deriva que está tomando la política en los últimos tiempos es cada vez más incomprensible para el ciudadano de a pie. Oír al presidente del Gobierno de España, cada dos por tres, defender y votar lo contrario de lo que decía hace poco tiempo, ya no sorprende a nadie. Sin ir más lejos, hace pocas semanas tuvimos una situación muy clara en el Senado, donde Lambán se posicionó de forma distinta al resto de sus compañeros y no votó a favor de la Ley de Amnistía. Realmente, el expresidente aragonés votó en coherencia con lo que su partido decía en la campaña electoral y por lo que, quizás, recibieron muchos votos. Por este posicionamiento no se le puede llamar tránsfuga, aunque le puedan expedientar y sancionar desde la cúpula sanchista.
Que un diputado vote de forma acorde a sus principios no se trata ni mucho menos de transfuguismo, sino simplemente disparidad de criterio respecto de lo que piensan otros diputados del mismo partido, posiblemente menos coherentes con los principios más elementales socialistas. Habría que ver cuál fue el criterio de la gestora pesoista de Daoiz para votar en contra de una modificación de crédito que, a criterio de algunos socialistas, beneficiaba a muchas personas, sobre todo a los que aspiran a poder formar parte de los planes de empleo, teniendo en cuenta que pocas horas antes la decisión era otra, pero al parecer los intereses del Rey Melchor primaron para el cambio de posición del grupo socialista. Todo ello sin perder de vista las maniobras del titiritero para que el grupo del rey mago avale su estrategia y la de su amo para seguir beneficiándose de los fondos públicos.
En las últimas semanas también estamos asistiendo a otro cambio de la posición histórica del PSOE respecto al tratamiento fiscal singular de Cataluña, especialmente significativo el cambio de opinión de la propia ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que pocos días antes decía todo lo contrario. Será el precio que tendremos que pagar todos los españoles para que Salvador Illa sea presidente de la Generalidad catalana. A nadie se le escapa que mantener a Pedro Sánchez en la Moncloa está costando tener que renunciar a muchos de sus principios y valores más irrenunciables hasta hace muy poco y a provocar en muchos de sus seguidores una continua desorientación.
