La intensa ola de inundaciones que ha afectado Texas en días recientes ha provocado la muerte de más de 100 personas y mantiene a decenas como desaparecidas, según datos oficiales. Mientras continúan las tareas de rescate, el desastre ha originado un aumento en las tensiones políticas a nivel nacional.
Desde la Casa Blanca, se rechazó con firmeza la acusación que responsabiliza al presidente Donald Trump por la gravedad de los problemas ocasionados por la catástrofe. “Es completamente falso e inaceptable culpar al presidente Trump de las dificultades resultantes”, afirmó un representante presidencial, calificando de “una manipulación política de una tragedia humana” a ciertos sectores.
Simultáneamente, autoridades locales y estatales demandan una mejor coordinación por parte del gobierno federal, mientras críticos señalan deficiencias en la planificación y la respuesta ante desastres naturales. Esta situación no solo revela la fragilidad de la infraestructura frente a eventos extremos, sino que también reaviva el debate sobre la gestión en emergencias.