En la costa oriental de Corea del Norte, frente a playas de arena blanca y aguas transparentes, se encuentra el campamento Songdowon, un complejo turístico que incluye parque acuático, zoológico, cine y un teatro. En este lugar, destinado al descanso de las élites del país, Kim Jong-un ha acogido a centenares de niños rusos cuyos padres fallecieron en la guerra de Ucrania.
El líder norcoreano presentó este lugar como refugio para menores afectados por el conflicto, acto que Moscú calificó como un «gesto de amistad». Durante su visita a Pyongyang el año pasado, Vladimir Putin expresó su agradecimiento por esta acogida, poco después de firmar con Kim un acuerdo de defensa mutua que fortaleció la alianza entre ambas naciones.
El campamento Songdowon, renovado en 2014 por orden directa de su líder, tiene capacidad para albergar hasta 1.200 niños. Anteriormente, había recibido grupos de países como Vietnam, Tanzania, México y Mongolia. Tras la pandemia, se reabrió primero a turistas rusos y más tarde aceptó a huérfanos de soldados rusos caídos en Ucrania. Según refirió el embajador ruso en Pyongyang, Alexander Matsegora, la estancia de los niños fue «totalmente gratuita» y Corea del Norte rechazó cualquier tipo de pago económico.
Esta colaboración forma parte de una creciente alianza estratégica: Pyongyang ha enviado más de 11.000 efectivos para combatir en el frente ruso de Kursk y planea triplicar esa cifra en los próximos meses. A cambio, Moscú brinda apoyo económico y tecnológico a un régimen internacionalmente aislado, pero cada vez más involucrado en el conflicto bélico.
Mientras tanto, Songdowon se ha transformado en un símbolo inesperado de esta relación, ofreciendo a los huérfanos rusos un lugar de descanso en un entorno de recreo impregnado de propaganda norcoreana y bajo el marco del pacto militar entre Putin y Kim Jong-un.
