La artista vasca reconocida por obras como Totoro y yo y Simón, deja un legado de sensibilidad, creatividad y reflexión en la narrativa y arte para niños.
Amaia Arrazola, una voz relevante y renovadora en la ilustración infantil, murió a los 41 años debido a una enfermedad de rápida evolución. Nacida en Vitoria-Gasteiz en 1984, la ilustradora se distinguió por su estilo vibrante y característico, que combinaba ternura con profundidad en sus creaciones. Se consolidó como una referencia en la literatura infantil y juvenil con trabajos como Simón, que aborda la aceptación de las diferencias a través de un camaleón, y El meteorito, que reflexiona acerca de la maternidad y la identidad.
Con formación en publicidad, Arrazola cambió el rumbo de su carrera hacia la ilustración en 2010, destacando por el uso de colores intensos y personajes cálidos. Su obra trascendió los libros, extendiéndose a murales urbanos y colaboraciones con reconocidas marcas. La cultura japonesa y la influencia de Hayao Miyazaki jugaron un papel importante en sus piezas, algo evidente en Totoro y yo, inspirado en el icónico personaje nipón.
A pesar de su vida breve, el aporte de Arrazola permanecerá vivo tanto en los libros que creó como en las ciudades adornadas con sus murales. Su estilo, que combina optimismo y reflexión, seguirá impactando a generaciones futuras de lectores y artistas. La ilustradora deja un mensaje de creatividad, diversidad y aceptación a través de su trabajo.



