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Cartas desde la Trinchera Liberal: La defensa de Ayuso frente al Estado

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Jesús María González Barceló, presidente

13 de junio de 2025

El Estado frente a la libertad: el enfrentamiento de Ayuso

Madrid ha dejado de ser únicamente una comunidad autónoma para convertirse en un icono. En medio del complejo panorama político español, Isabel Díaz Ayuso emerge como un símbolo representativo de una libertad puesta a prueba. Frente a ella, una estructura estatal parcialmente orientada a intereses partidistas ha transformado la democracia en un terreno conflictivo y las instituciones en instrumentos de desgaste moral. No se trata solo de política; estamos ante un conflicto desigual. La presidenta madrileña es consciente de ello.

Durante su gestión, Madrid ha impulsado un liberalismo audaz, con sentido práctico y sin reservas. Ha aplicado rebajas fiscales, simplificado normas y leyes, apoyado a los pequeños empresarios y autónomos, y se ha opuesto a la censura ideológica vincula al intervencionismo estatal. Mientras otras regiones se enfocan en subvenciones, trámites administrativos y políticas medioambientales estrictas, Ayuso apuesta por la confianza, el libre mercado y el esfuerzo individual, sin pedir disculpas por ello.

En un país gobernado por un Ejecutivo central que se asemeja más a modelos latinoamericanos que europeos, esta postura resulta inaceptable.

Porque Ayuso no solo dirige; también desafía. Pone en tela de juicio la legitimidad moral del actual gobierno. Y eso no es aceptado. Por eso llegan las críticas y ataques, disfrazados de argumentos legales o de noticias sensacionalistas inmediatas. Su entorno cercano, incluyendo su pareja, hermano y el cantante Nacho Cano, son utilizados como objetivos de estas ofensivas, sin contexto ni discreción.

Por otro lado, permanecen ocultos los vínculos de intereses que rodean a la familia Sánchez: una esposa investigada por presunto tráfico de influencias, un hermano con ingresos públicos poco transparentes y un fiscal general que actúa como instrumento del gobierno.

Sin embargo, estos escándalos nunca son el foco principal.

No ocurre con Leire, la fontanera.

No con Santos Cerdán, cuya figura parece sacada de una novela de Mario Puzo.

No con Ábalos, quien desapareció después del caso Koldo.

No con la amnistía que afecta al Estado de Derecho para favorecer a determinados golpistas.

No con la inmunidad rápida concedida a presidentes provinciales del PSOE que están bajo sospecha judicial.

La justicia en España parece contar con herramientas inapropiadas y dañosas, utilizadas contra quienes se niegan a someterse al poder. Ayuso, en cambio, persevera. Cada ataque la fortalece. Cada intento de doblegarla contribuye a su reputación, porque no se deja dominar ni por la culpa ni por el temor.

Mientras otros permanecen ocultos en sus despachos, ella da la cara en la Asamblea. Frente al Gobierno que califica a parte de la población de “facha”, ella agradece a los profesionales sanitarios, trabajadores de hostelería, madres solteras y empresarios que mantienen la actividad en Madrid. Ha convertido el hospital Zendal en un símbolo. Los impuestos son su bandera. Y el lema “déjennos vivir” se ha transformado en un llamado generacional.

¿Es perfecta? No. ¿Inviolable? Tampoco. Pero en una nación donde el Ejecutivo ha confundido la democracia con la dominación, Ayuso encarna una vía de escape, una muestra de rebeldía liberal que trasciende lo político y adquiere una dimensión cultural.

La izquierda española no solo la rechaza por sus acciones, sino por lo que representa: la resistencia a rendirse, la esperanza de una política libre y la convicción de que aún hay espacio para ello.

Hoy más que nunca, su defensa es nuestra causa.

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