Durante tres días, el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, estuvo prácticamente confinado en la sede del Consell, conocida como la Casa de las Brujas, en compañía de su círculo más cercano y manteniendo contacto constante con su familia. Ese periodo de 72 horas estuvo marcado por reflexiones profundas, silencio y múltiples diálogos que finalizaron con una declaración definitiva: “He decidido marcharme.”
Fuentes próximas al expresidente indican que Mazón empleó el fin de semana para evaluar las implicaciones políticas y personales de continuar encabezando la Generalitat. Desde el jueves, dialogó directamente con Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular, quien — según confirman representantes del partido — no esperaba que Mazón presentara su renuncia. La decisión fue tomada exclusivamente por iniciativa propia.
El ambiente en la Casa de las Brujas se mantuvo con gran discreción. A medida que transcurría el tiempo, fueron disminuyendo sus apariciones públicas y las reuniones oficiales. Algunas personas de su entorno intentaron persuadirle para que siguiera en el cargo, mientras otras reconocían que su decisión ya estaba firme.
El domingo por la noche, después de una última charla con su equipo y familiares, Mazón comunicó formalmente su renuncia. Con esta acción, puso fin a una etapa caracterizada por tensiones internas en el partido y una creciente presión política que, según fuentes cercanas, “había llegado a un nivel insostenible”.
La Casa de las Brujas, lugar emblemático de importantes episodios políticos en la Comunidad Valenciana, volvió a presenciar una dimisión inesperada. A pesar de que en Génova no hubo instrucciones explícitas, este desenlace plantea un nuevo escenario de incertidumbre para el Partido Popular valenciano.
