El Ejecutivo de Nicolás Maduro ha puesto en marcha una «fase superior» del plan nacional de defensa como reacción a lo que percibe como una escalada de tensiones originada por Estados Unidos. Esta decisión, que eleva la alerta militar en todo el territorio venezolano, coincide con la presencia del portaaviones USS Gerald Ford en el Caribe, considerado desde Caracas como una amenaza directa a su soberanía.
El gobierno venezolano, liderado por Nicolás Maduro, ha mejorado el nivel de vigilancia militar a nivel nacional, interpretado como una respuesta enérgica frente a lo que Caracas define como un aumento de hostilidades provenientes de Estados Unidos. Esta acción, comunicada oficialmente, contempla la activación de una “fase superior” dentro del “Plan Independencia 200”, un esquema estratégico destinado a proteger la soberanía ante potenciales amenazas externas.
La movilización de las fuerzas armadas venezolanas será integral, involucrando no solo las unidades terrestres y aéreas, sino también las navales, fluviales y los sistemas estratégicos de misiles de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Asimismo, se incluye la activación de la Milicia Bolivariana y de los Órganos de Seguridad Ciudadana, encargados de la coordinación de medidas de seguridad en todo el país. Los Comandos de Defensa Integral también serán puestos en estado de alerta para garantizar una supervisión exhaustiva del territorio.
Esta intensificación del estado de preparación ocurre simultáneamente con la llegada al Caribe del portaaviones estadounidense USS Gerald Ford, operación que, según representantes de Washington, tiene como objetivo combatir el narcotráfico en la región. Sin embargo, el gobierno venezolano interpreta la presencia de esta nave como una amenaza directa a su soberanía. En un contexto de creciente tensión, se ha declarado que se emplearán «todos los medios disponibles» para responder a cualquier posible agresión externa, reafirmando así una posición firme ante lo que consideran una provocación.
La alerta militar en Venezuela estará activa entre el 11 y 12 de noviembre y representa una etapa crítica dentro de la política de defensa impulsada por Maduro, cuyo propósito es garantizar la protección de las fronteras y disuadir cualquier intervención extranjera. Durante este periodo, las autoridades venezolanas han advertido sobre la posibilidad de aumentar la respuesta, incluso convocando una huelga general insurreccional y revolucionaria si la estabilidad nacional se ve comprometida.
Este acontecimiento ha elevado las tensiones en la región del Caribe, donde diversos analistas internacionales advierten que un enfrentamiento entre las fuerzas de Venezuela y Estados Unidos podría desencadenar una crisis de gran magnitud que afectaría no solo a Venezuela, sino a toda América Latina. La presencia del USS Gerald Ford, uno de los portaaviones más poderosos de la Armada estadounidense, ha generado preocupación en Caracas, que insiste en su disposición firme para defender su territorio y sus derechos. En este contexto, las autoridades venezolanas subrayan que la movilización de sus fuerzas y la activación de sus sistemas defensivos responden a medidas preventivas ante una posible agresión directa.
El gobierno de Maduro, en un escenario marcado por sanciones internacionales y una crisis interna económica y social, mantiene una posición desafiante frente a Estados Unidos, cuya política hacia Venezuela se ha endurecido en los últimos años. Este nuevo episodio de tensión complica las relaciones diplomáticas y abre un nuevo escenario de incertidumbre con repercusiones potenciales más allá de las fronteras venezolanas.
Aunque la situación sigue siendo delicada, la firme postura de Caracas evidencia el riesgo significativo de que un incidente, ya sea naval o aéreo, desencadene un conflicto abierto con consecuencias imprevisibles para la región del Caribe y América Latina.



