Leire Díez se ha convertido en un símbolo polémico del ingreso del aparato socialista en empresas públicas durante los primeros años del mandato de Pedro Sánchez. Su paso por organismos como Correos y ENUSA estuvo marcado por conflictos internos, denuncias encubiertas y sospechas de influencias políticas, aspectos que actualmente investigan la UCO y la Fiscalía Anticorrupción.
En la sede principal de Correos, ubicada en la calle Conde de Peñalver, se recuerda un incidente que afectó a su imagen. Una funcionaria informó a sus superiores que Leire Díez la reprendió en voz alta tras tomar decisiones que, según ella, dañaban “los intereses del PSOE”. Este episodio, que tuvo lugar en un organismo público frente a personal funcionario, generó preocupación entre los empleados, quienes observaron cómo predominaban criterios políticos sobre aspectos técnicos. La denuncia finalmente no tuvo seguimiento.
Según fuentes internas, Díez fue vista como una apparatchik del partido, asignada —de acuerdo con estas versiones— sin considerar su capacidad profesional, con el propósito de supervisar ideológicamente la gestión del organismo. Este control presuntamente excedió el ámbito político. Durante su paso por Correos se realizaron operaciones contractuales que generaron desconfianza, entre ellas una polémica licitación de limpieza que concluyó con una huelga por impagos a las empleadas. Un informe interno, que sugería abonar 1,5 millones de euros adicionales al contratista con fondos públicos, habría sido promovido desde la dirección en la cual Díez tenía influencia. Esta propuesta fue finalmente detenida por la SEPI.
Aunque esa iniciativa no siguió adelante, sí se concretaron adjudicaciones a compañías que después fueron investigadas en el marco del caso Koldo. Entre ellas está Sortis Telecomunicaciones, que obtuvo contratos por dos millones de euros durante la presidencia de Juan Manuel Serrano, estrecho colaborador de Pedro Sánchez, cuando Díez aún trabajaba en Correos. El sucesor de Serrano canceló inmediatamente dichos acuerdos.
La carrera de Díez se aceleró con la llegada del PSOE al gobierno en 2018. Militante socialista desde los años noventa y con una trayectoria discreta en el ámbito municipal y vasco, su ascenso coincidió con la designación de personas cercanas al presidente en puestos clave del sector público. Ese año fue nombrada jefa de Comunicación de ENUSA, la empresa estatal responsable del suministro de uranio a las centrales nucleares, a pesar de no contar con formación específica en el sector.
En ENUSA, su incorporación fue promovida por José Vicente Berlanga, presidente de la compañía nombrado por el entonces ministro José Luis Ábalos, actualmente imputado. Durante su permanencia en la empresa, Díez redactó diversas notas de prensa por las que recibió más de 108.000 euros, además de dietas. Trabajadores relatan que su llegada generó sorpresa en una plantilla compuesta mayoritariamente por ingenieros altamente especializados, la cual atravesaba un conflicto laboral no resuelto.
Las relaciones de Díez con dirigentes como Santos Cerdán, el expresidente de la SEPI Vicente Fernández y el propio Berlanga, junto con sus posteriores cargos múltiples en Correos —Relaciones Institucionales, Filatelia, Estudios y Futuro— fortalecieron su influencia interna. Al mismo tiempo, ocupó un puesto en el consejo de administración de la tecnológica Cistec, coincidiendo con la entrada del Estado en su accionariado.
Su nombre saltó a la opinión pública tras la revelación de grabaciones en las que intentaba desacreditar a jueces, fiscales y a la UCO, al tiempo que se presentaba como “la mano derecha” de Santos Cerdán. Investigadores y fiscales la describen como una persona ruda pero con una red amplia de contactos.
Actualmente, Leire Díez enfrenta seis acusaciones penales y su actuación está bajo investigación en todos los organismos donde trabajó. Su caso representa un factor de tensión dentro del Gobierno, al evidenciar el uso de estructuras públicas para objetivos partidistas. La cuestión que permanece es si esa defensa de los intereses del PSOE fue una militancia genuina o algo distinto.


