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La pugna por la final del Mundial 2030 enfrenta ambición española y avance marroquí

Louzán afirma que sería “inexplicable” que el partido decisivo no se juegue en territorio español, mientras Marruecos defiende la coorganización equilibrada

24 de octubre de 2025.

La batalla simbólica por la final del Mundial 2030 vuelve a escena. Las recientes declaraciones del presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Rafael Louzán, han reabierto un debate que parecía amortiguado, pero que sigue latente en la trastienda política y deportiva de la candidatura conjunta entre España, Marruecos y Portugal.

“Sería inexplicable que la final no tenga lugar en España”, afirmó Louzán durante su intervención en el Fórum Europa celebrado en Madrid. Argumentó que España asume “el 55 % del peso de la candidatura” y dispone de “las infraestructuras más preparadas del continente”, en alusión directa al Santiago Bernabéu y al Spotify Camp Nou, los dos colosos del fútbol europeo.

El mensaje, contundente y calculado, pretende reforzar la posición española en un momento en que Marruecos avanza con paso firme en la ejecución de sus proyectos deportivos. El país magrebí está construyendo el Estadio Hassan II de Casablanca, llamado a convertirse en uno de los más modernos del mundo y en el buque insignia de su candidatura.

Louzán no escatimó elogios hacia el desarrollo marroquí, pero su intervención volvió a dejar entrever la incomodidad española ante la posibilidad de que la FIFA opte por llevar la final a suelo africano. “España tiene que estar a la altura de este desafío y demostrar su capacidad para organizar los grandes eventos mundiales”, recalcó.

Frente a este discurso, el presidente de la Federación Real Marroquí de Fútbol (FRMF), Fouzi Lekjaa, ha tratado en los últimos meses de desactivar la tensión apelando al equilibrio y a la visión compartida que dio origen a la candidatura. En una entrevista a la cadena marroquí Al Aoula, Lekjaa desmintió cualquier acuerdo previo sobre la sede final y calificó las informaciones sobre un supuesto pacto con el Real Madrid o con la RFEF como “pura especulación mediática”.

“No se ha tomado ninguna decisión sobre la distribución de los partidos. Estas elecciones serán objeto de discusiones conjuntas entre los tres países y la FIFA”, afirmó Lekjaa, subrayando el carácter tripartito del proyecto.

El pulso por la final tiene un fuerte componente simbólico. España aspira a consolidarse como epicentro organizativo y mediático del Mundial, mientras Marruecos busca convertirse en la primera nación africana en albergar una final mundialista. En el fondo, la disputa refleja una competencia por la visibilidad global y por el liderazgo regional en el fútbol y la diplomacia deportiva.

Con Casablanca, Madrid y Lisboa como principales aspirantes a acoger el encuentro decisivo, el desenlace dependerá de la negociación política y del peso que la FIFA otorgue a los criterios de equilibrio continental frente a los argumentos logísticos y económicos.

Por ahora, las declaraciones de Louzán confirman que España no piensa ceder terreno. Y Marruecos, con su rápido desarrollo de infraestructuras y una narrativa de integración euroafricana, tampoco. El Mundial 2030, todavía a cinco años vista, ya se juega fuera del campo: en los despachos, los discursos y la geopolítica del deporte.

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