La muerte de Robe Iniesta a los 63 años ha puesto en primer plano un episodio destacado de su trayectoria: su discurso en el 2014 al recibir la Medalla de Extremadura en el Teatro Romano de Mérida. Lo que entonces fue un mensaje sencillo, ahora adquiere un significado renovado: dirigió un pedido a los políticos presentes —independientemente de su ideología—, sin plantear utopías.
El contenido de su mensaje
Robe expresó con claridad: “No voy a solicitar una utopía. No pediré la paz mundial, ni la prohibición de la caza de elefantes, ni la eliminación del hambre o del desempleo… Eso ya hay muchos demandándolo ahí fuera”. En cambio, reclamó algo simple pero fundamental: la creación de espacios físicos. Lugares como locales para ensayos, salas para conciertos, sitios donde jóvenes y creadores puedan expresarse, pintar, tocar instrumentos, reunirse —tanto en ciudades como en pueblos de Extremadura.
Su razonamiento fue directo: estos espacios facilitarían que el talento no emigre, contribuirían a que los jóvenes permanezcan y les brindarían la oportunidad de desarrollar su creatividad en su tierra natal. “Lo pido para todos los músicos y artistas extremeños, presentes y futuros… especialmente en nombre de quienes aún no saben que lo serán”, destacó.
Un discurso que hoy resurge con relevancia
Tras su fallecimiento, estas palabras cobran un nuevo valor. Muchos rememoran con emotividad su llamado práctico y humilde, marcado por un realismo sincero —sin utopías ni grandes promesas, sino con propuestas concretas de apoyo: cultura activa, espacios para crear, comunidad.
Aparte de la Medalla de Extremadura, Robe había recibido en 2024 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, reconocimiento a su trayectoria y a su influencia como referente cultural.
El legado de Robe: mucho más que una melodía
Robe fue algo más que la voz de una generación o el corazón de una banda. Fue definido como un “embajador insumiso de Extremadura”. Su petición no fue sólo simbólica, sino un aviso: la cultura no puede mantenerse si no existen espacios para desarrollarse. Esta advertencia, tras su muerte, se interpreta como un llamado urgente a respetar su herencia: fomentar la creación, recuperar lugares abandonados y revitalizar lo local.
“Se necesitan locales… para que los jóvenes puedan reunirse, pintar, tocar música y dedicarse a lo que deseen.”
Un eco que acompaña la despedida
En su adiós, miles de seguidores, músicos, artistas y ciudadanos han recordado a Robe no sólo por sus canciones, sino por su voz firme, honesta y comprometida. Muchos coinciden en que, más allá del dolor, su demanda resulta hoy más pertinente que nunca.
Quizás esta convocatoria logre algo tangible: no una utopía, sino espacios donde la cultura pueda desarrollarse y renovarse.



