El primer ministro británico, Keir Starmer, advirtió este martes sobre el peligro de que Reino Unido pueda convertirse en una “isla de extranjeros” si no se implementan medidas firmes para controlar los flujos migratorios. Durante su intervención ante empresarios y representantes del sector público, Starmer reafirmó el compromiso de su gobierno con una “reducción significativa” de la inmigración legal.
«Durante mucho tiempo, hemos dependido de la mano de obra extranjera para suplir carencias estructurales en sectores fundamentales. Ahora es necesario apostar por una economía más sostenible, que invierta en la formación y el talento local», manifestó el líder laborista.
Esta declaración se produce en un contexto de creciente presión sobre el Ejecutivo tras la publicación de datos oficiales que muestran niveles históricos de migración neta en 2024. Aunque el Partido Laborista ha mantenido tradicionalmente una postura más abierta sobre la inmigración, Starmer ha endurecido su discurso en los últimos meses para atraer a votantes conservadores descontentos.
El primer ministro no especificó las medidas concretas que adoptará su administración, pero indicó que habrá una revisión de los visados para trabajadores cualificados y un endurecimiento en los requisitos de entrada en sectores donde, según él, se ha abusado de la contratación externa como un “atajo” en lugar de invertir en empleo local.
«Este debate no se trata solo de cifras, sino de definir el modelo de país. No queremos que Reino Unido sea visto como una nación que importa soluciones en lugar de crearlas», añadió.
La oposición calificó las declaraciones de Starmer como un “populismo calculado”. Layla Moran, portavoz de Asuntos Exteriores de los Liberal Demócratas, acusó al primer ministro de “alimentar una retórica basada en el miedo” y de “ignorar las contribuciones esenciales que miles de migrantes realizan diariamente en el sistema sanitario, la educación y la economía británica”.
Asimismo, organizaciones de derechos humanos y colectivos de migrantes manifestaron su preocupación por un posible giro restrictivo en la política migratoria, especialmente en un momento en que Reino Unido enfrenta escasez de personal en sectores clave como la sanidad, la agricultura y la hostelería.
Starmer enfatizó que su enfoque “no pretende cerrar las puertas, sino organizar y priorizar las necesidades del país”. Aseguró que el gobierno continuará garantizando protección a refugiados según el derecho internacional, pero pondrá énfasis en “reducir la dependencia estructural de mano de obra extranjera barata”.
El líder laborista se comprometió a presentar antes del verano un plan integral de reformas laborales y educativas, que incluirá incentivos para empresas que fomenten la formación de trabajadores británicos.
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