El diamante El Florentino, una gema de 137 quilates con una historia que se creía perdida desde un presunto robo en 1920, ha sido hallado recientemente en un banco canadiense, desvelando un secreto familiar de los Habsburgo. Esta joya, que en su origen perteneció a los Médici y más tarde a la familia Habsburgo, en realidad nunca salió del linaje austriaco.
Informes recientes indican que la emperatriz Zita, esposa del último emperador Carlos I de Austria, trasladó el diamante a Canadá tras el fallecimiento de Carlos en 1922 y ordenó mantener en reserva su ubicación durante cien años. Actualmente, sus descendientes han decidido revelar esta información.
En 1920, el emperador Carlos I denunció el robo de la gema en un momento en que la República de Austria reclamaba las joyas imperiales como propiedad estatal. Esta desaparición generó numerosas especulaciones, incluyendo la hipótesis de que el secretario privado del emperador pudiera haber estado involucrado. Las investigaciones realizadas en Suiza en aquella época no aportaron conclusiones definitivas, y el caso quedó archivado.
El pasado de El Florentino es aún más antiguo. A la muerte de Ana María Luisa de Médici en 1743, última gran duquesa de Toscana, su patrimonio pasó a manos de los Habsburgo conforme al denominado “Pacto de familia”, aunque esto contradecía los acuerdos que estipulaban que las joyas debían permanecer en Toscana. Tras la Primera Guerra Mundial, en 1919, Austria restituyó gran parte de los bienes artísticos a Italia, pero El Florentino permaneció fuera del alcance hasta ahora.
La reciente revelación ha reavivado el debate sobre la propiedad legal del diamante: si pertenece a los Habsburgo, al Estado austríaco o a Italia. Hasta el momento, solo los herederos de Carlos I pueden resolver esta cuestión. La decisión de hacer pública la ubicación de la joya coincide con el año posterior a la publicación de la novela histórica El Fiorentino, que imagina el destino de este diamante durante la época de Lorenzo de’ Medici.
Más allá de su valor material, El Florentino continúa siendo un símbolo de la compleja historia europea y de los secretos familiares que han perdurado a lo largo de los siglos.



