El PSOE atraviesa un aumento de tensiones internas mientras espera definirse el panorama político que surgirá tras la etapa de Pedro Sánchez. Aunque todavía no hay una corriente organizada ni un movimiento estructurado, diversas fuentes del partido reconocen que ciertos dirigentes y responsables comienzan a posicionarse pensando en el período posterior al actual secretario general.
Más de un año después del 41º Congreso Federal celebrado en Sevilla, donde Sánchez fue reelegido con un discurso enfocado en fortalecer la cohesión interna y mantener una postura firme, el partido muestra signos de desgaste. Ese encuentro terminó con un llamamiento a la unidad y resistencia frente a la oposición, pero el paso del tiempo y los múltiples desafíos políticos han reavivado antiguas tensiones internas.
En privado, algunos dirigentes admiten que la discusión sobre la sucesión se ha instalado de manera silenciosa en el partido. Este debate no se manifiesta abiertamente en los órganos oficiales, pero sí aparece en conversaciones discretas, movimientos tácticos y señales que sugieren una pugna latente por el control del futuro del PSOE. Este fenómeno, que varios denominan como “canibalismo interno”, no responde a una estrategia común, sino a acciones individuales y a la desconfianza existente entre distintas facciones socialistas.
El liderazgo de Pedro Sánchez continúa siendo formalmente indiscutible, pero la incertidumbre sobre su horizonte político genera preocupación. La coexistencia de lealtades públicas con maniobras internas revela un partido que, aunque exteriormente mantiene disciplina, comienza a observarse con desconfianza desde dentro.
Mientras tanto, la dirección del partido intenta proyectar estabilidad y cohesión, consciente de que una fractura visible podría tener consecuencias políticas importantes. No obstante, el creciente murmullo interno confirma que el PSOE ya se prepara, aunque de manera implícita, para un escenario en el que Sánchez deje de ser el referente central del proyecto.