En Ceuta convivimos comunidades religiosas diversas que, a menudo, son ejemplo de respeto mutuo y entendimiento. Nuestra ciudad se enorgullece de esa pluralidad, de ese diálogo interreligioso que tantas veces se pone como ejemplo en España y fuera de ella. Sin embargo, hay silencios que pesan, y este es uno de ellos.
Mientras en Gaza se acumulan imágenes insoportables de niños, mujeres y familias enteras sometidas al hambre, a la sed y a la violencia de una guerra desigual, nuestros líderes religiosos callan. Callan los que tienen púlpitos, minbars, sinagogas y tribunas donde podrían alzar la voz. Callan quienes podrían, al menos, pronunciar una palabra de condena contra el genocidio que está marcando a toda una generación.
No se trata de política. Se trata de humanidad. Y quienes guían comunidades de fe no pueden desentenderse de la realidad más brutal que hoy golpea al mundo. Callar ante la barbarie no es neutralidad: es complicidad.
La Ceuta plural, la Ceuta que se enorgullece de su convivencia, merece ver a sus líderes religiosos unirse en un gesto común de rechazo y de defensa de la vida. Un pronunciamiento conjunto enviaría un mensaje poderoso, no solo a la ciudad, sino también a quienes en Gaza sienten que el mundo los ha abandonado.
Hoy, en esta ciudad donde el cristianismo, el islam, el judaísmo y el hinduismo comparten calles, colegios y mercados, la ausencia de una condena clara y unánime contra los crímenes en Gaza es un vacío moral que hiere tanto como las bombas.
Ceuta necesita que sus líderes espirituales estén a la altura. Que se pronuncien, que no teman incomodar, que recuerden que la fe, sea cual sea, nunca puede estar del lado del verdugo ni del silencio.
