Desde hace varios días, más de un centenar de personas permanecen frente al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta. Solo tienen acceso para alimentarse y asearse bajo la supervisión del personal de seguridad. El centro, con una capacidad de 521 plazas, alberga actualmente a más de 800 residentes y no acepta nuevas incorporaciones.
Alrededor de 120 migrantes, principalmente provenientes del Magreb y de regiones subsaharianas, duermen sobre colchones improvisados en el suelo del Jaral, a pocos metros del CETI. Isa, un joven barbero argelino de 23 años que llegó a Ceuta hace menos de dos semanas, comenta: “Somos unos 150; el centro está saturado y no nos permiten entrar”. Desde entonces, trabaja cortando el cabello de sus compañeros en el campamento al aire libre.
La administración proporciona mantas, alimentos y productos de higiene, pero mantiene la restricción para pasar la noche debido al exceso de ocupación. El Gobierno ha trasladado recientemente a 54 hombres a la península para reducir la presión, aunque continúan las entradas irregulares.
La situación afecta también a los menores: actualmente hay 550 niños alojados en Ceuta, cuando el sistema dispone únicamente de 132 plazas. Desde que el Ministerio de Juventud e Infancia declaró la contingencia migratoria, los menores deben ser derivados a otras comunidades en un plazo máximo de 15 días.
Entre los afectados están Abderramán, Ayub y Mohamed, tres amigos marroquíes que lograron llegar a Ceuta tras un peligroso cruce a nado desde Fnideq. Relatan su travesía, las devoluciones forzosas y las dificultades para obtener un visado legal. “No somos ladrones, solo buscamos una vida mejor”, afirman.
Mientras tanto, los migrantes esperan a las puertas del CETI con la esperanza de convertirse pronto en residentes y dejar de dormir en la calle. “Solo accedemos para comer y asearnos”, repiten.