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martes, diciembre 16, 2025
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Cuando el periodismo deja de fiscalizar y empieza a presionar

El panorama mediático de Ceuta atraviesa un momento preocupante. No por la falta de información, sino por cómo y hacia dónde se dirige. Mientras determinadas figuras políticas se encuentran bajo el foco de actuaciones judiciales como es el caso de Kissy Chandiramani, una parte de los medios que las rodean opta por mirar hacia otro lado y centrar sus ataques en consejerías y empresas municipales que nada tienen que ver con esos procedimientos

El caso de AMGEVICESA y SERVILIMPCE resulta paradigmático. Ambas entidades han sido sometidas a una presión mediática constante, con titulares reiterativos, enfoques sesgados y una insistencia que difícilmente puede justificarse solo por el interés informativo. La sensación generalizada es que se buscan objetivos alternativos, mientras otros asuntos mucho más delicados quedan convenientemente fuera del foco.

Este patrón se repite en medios vinculados a Kissy Chandriramani , como la UTE que componen Ceuta al Día, Ceuta TV o Ceuta Actualidad, así como en otros espacios que parecen alinearse con la misma estrategia. No se trata de una crítica puntual, sino de una dinámica persistente, reconocida ya en ámbitos políticos, administrativos y sociales.

Pero lo más grave no es el desequilibrio informativo. Lo verdaderamente alarmante son las acusaciones reiteradas de prácticas de acoso, presión y chantaje mediático contra gerentes y consejeros que no se pliegan a una determinada línea editorial o que no acceden a objetivos ajenos al interés público. Cuando un responsable público se convierte en objetivo permanente no por su gestión, sino por no “entrar en el juego”, el periodismo deja de cumplir su función democrática y pasa a ejercer una forma de coerción inaceptable.

La crítica legítima se transforma entonces en hostigamiento, la investigación en campaña, y la libertad de prensa en herramienta de intimidación. No es fiscalización: es desgaste. No es información: es advertencia. Y ese tipo de prácticas, aunque se disfracen de periodismo, dañan gravemente la credibilidad del sector y la salud democrática de la ciudad.

Resulta imposible no preguntarse a quién beneficia este reparto selectivo de silencios y ataques. Porque cuando ciertos medios protegen, omiten o relativizan unos asuntos mientras amplifican otros hasta el extremo, el mensaje es claro: no todos serán tratados igual.

La ciudadanía merece una prensa valiente, no una prensa interesada. Una prensa que investigue a todos, no solo a quienes conviene. Y, sobre todo, una prensa que no utilice el miedo, la presión o el señalamiento personal como moneda de cambio.

Ceuta necesita periodismo.
No campañas.
No chantajes encubiertos.
No medios que confundan informar con condicionar.

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