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lunes, octubre 13, 2025
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Ceuta: la política convertida en teatro

Abdelkamil Mohamed Mohamed

Ceuta parece vivir en un bucle político del que no logra salir. Los plenos de la Asamblea, que deberían ser espacios de debate y soluciones, se han convertido en escenarios donde cada grupo interpreta su papel. Intervenciones medidas, respuestas predecibles, gestos ensayados. Y mientras las luces del salón de plenos se apagan, los problemas reales siguen intactos: el desempleo juvenil, la falta de vivienda, las listas de espera médicas o la desigualdad entre barrios.

Muchos ceutíes sienten que la política local se ha desconectado de la realidad. En las conversaciones de la calle se repite una idea: en Ceuta cuesta más abrirse camino por méritos que por contactos. No se trata de señalar nombres ni partidos, sino de una sensación generalizada de amiguismo que impregna el ambiente. Las empresas públicas, con su constante rotación de cargos y contratos, se han convertido en símbolo de ese malestar ciudadano.

No siempre hay irregularidades legales, pero sí una pérdida de ética pública que deja huella. La gente percibe que las oportunidades no son iguales para todos y que los mecanismos de control funcionan con lentitud o directamente no funcionan. Las auditorías se eternizan, las denuncias se diluyen entre trámites y los responsables rara vez asumen consecuencias.

El resultado es un clima de desconfianza que se extiende como una sombra. Ceuta no avanza porque su política se ha convertido en un espejo donde los actores se miran a sí mismos, pero no al público que los eligió. Se confunde el espectáculo con la gestión, la puesta en escena con la rendición de cuentas.

Lo más preocupante es la normalización. El ciudadano medio ya no se indigna: se resigna. Ha aprendido a mirar hacia otro lado, a no esperar demasiado. Y esa anestesia colectiva es, quizás, la victoria más peligrosa del sistema.

Ceuta necesita recuperar la política entendida como servicio, no como escenario. No basta con discursos ni con fotos en redes: hace falta planificación, transparencia y voluntad real de corregir errores. El futuro no se construye con réplicas ni titulares, sino con gestión y responsabilidad.

Porque cuando la política se convierte en teatro, el precio lo paga la ciudad entera. Y en Ceuta, el público ya empieza a cansarse de aplaudir.

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